Último Naciente.

Turn off your mind relax and float down the stream
It is not dying, it is not dying
Lay down all thoughts, surrender to the void
it is shining, it is shining
J.W.L.
Fueron muy extrañas las condiciones en las que las expediciones desaparecieron una tras otra. Por eso estoy en estos espectrales parajes, donde los rayos del sol no han tocado jamás el lecho del bosque. Siento que nunca ha sido escuchada en estas latitudes la voz humana, y paro mi monólogo por considerarlo sacrílego en la catedral del bosque. Sombras me acompañan y acosan a lo largo del viaje, mordiendo mis tobillos y aferrando mi nuca con su fría cerrazón.
He caminado varias semanas para encontrar sólo reducidos y modestos rastros; en un principio, sólamente encontré informaciones imprecisas y lacónicas de los habitantes de las villas que hace mucho tiempo he dejado atrás, internándome en las profundidades de la montaña. Otras veces, mensajes sin sentido en pedazos viejos de papel, que sin duda corresponden a aquel a quién busco. Uno de ellos, el más enigmático dice con letra trémula: “Masticaré el frío cristal del espejo para acabar con tu figura; ¿existe un descanso más grato?... Mi sombra se expande borrando en su marcha el mundo…”. Tales notas pudieran ser mensajes cifrados, y es que estos parajes están infestados por seres adversos a mi causa.
La noche alcanzó mi andar fatigado por entre los restos de lo que parece ser un antiguo camino, ahora invadido casi en su totalidad por la maleza. Esta marcha se torna cada vez más intolerable, los densos aromas de la noche me asfixian y sepultan mi ánimo. Se vuelve cada vez más imperiosa la idea de que acabo de traspasar las fronteras de un mundo ajeno en el cuál soy un intruso, mi propia presencia me parece una aberración y mi voz una injuria.

No puedo recordar cuándo empezó ésta labor; ahora mi estado físico ha decaído junto con mi ánimo, las fuerzas me abandonan a cada paso que doy y deseo que cada respiro sea el último entre las fauces de ésta noche furtiva. Avanzo maquinalmente hacia una luz trémula delante de mí, es posible que pueda encontrar personas. Al parecer es una fogata.
He necesitado algunas horas para llegar cerca al lugar donde el fuego arde iluminando mi marcha. Los árboles forman un círculo casi perfecto alrededor de la pira. La bestia alerta, que es el bosque, no puede tolerar una presencia humana más, sé que este camino no tiene regreso. El escenario ha sido dispuesto.
Siento el viento soplar hacia oriente moviendo las copas de los árboles que no dejan de parlotear, riendo y suspirando. Tienen una cadencia siniestra y nefasta. Miro al cielo, el espectáculo es cada vez de mayor magnificencia, los cuerpos celestes frente a mí me han magnetizado. Tengo la certeza de que ésta frontera del mundo está habitada sólo por abetos y sus almas, mi propia presencia se torna a cada segundo más abominable.
Acechando como una bestia en largo ayuno, me he detenido en el umbral de las sombras tras un árbol; veo la figura de un hombre de estatura mediana y de una delgadez aterradora que mira absorto danzar las llamas, mientras su cabeza se ladea escuchando su melodía secreta. Pude ver en sus desorbitados ojos la noche y el fuego danzar como una misma cosa. Hay algo familiar en su figura, sus ropas raídas parecen identificarlo como uno de los combatientes a los que busco. Un cambio en su posición me ha permitido ver su rostro que con sorpresa y horror, he podido identificar como mi propio rostro.
Al borde de la histeria me mantengo inmóvil, en tensión cada uno de mis músculos hasta el punto de la ruptura, sólo un momento… sólo un momento más. Un gemido se evade de mi garganta. Ha sido escuchado por el hombre, que con una rabiosa expresión mira al lugar dónde yo me encuentro. Pude ver en su rostro, además de cada una de mis facciones, su mirada desencajada. La contracción de su rostro me ha helado la sangre.

Con las puntas de sus huesudas manos tantea el arma que porta en su costado, se ha puesto de pie con un movimiento de animal en agonía y camina tambaleándose lentamente hacia mí con el arma en su mano. De su garganta salen gruñidos que no podría reconocer como humanos. Exhalando mi propio horror tomo mi daga dando un salto sobre la espectral figura. La lucha ha sido breve pero feroz. Pude dar dos certeros navajazos en el cuello y el pecho de mi contrincante. La calidez de su sangre escurre rápidamente por entre mis manos, y puedo sentir cómo la fuerza de su lucha ha cesado. Me recuesto sobre mi espalada y veo las primeras luces de la madrugada que anuncian al amanecer. Mi sangre escapa de las heridas del pecho y de algún lugar cerca de mi cuello. He recibido dos disparos. No puedo moverme más, siento mi cuerpo enfriarse lentamente y es entonces cuando una de las frases encontradas tiempo atrás, viene a mi mente. Es aquella que con nerviosa letra decía: “Masticaré el frío cristal del espejo para acabar con tu figura, ¿existe un descanso más grato? … Mi sombra se expande borrando en su marcha el mundo”. La mañana ha empezado a sangrar con luces encarnadas pariendo el día, me pregunto si alguien encontrará mis despojos roídos por las bestias de estos abismos, ¿A cuál de los cuerpos que yacen aquí identificarán como el mío? Tal vez ni yo mismo lo sé. Cierro los ojos y me dejo ir. Rubén Tovar.

Comentarios

Joherg dijo…
¡Magnífico relato! y con una correcta redacción. Te felicito.

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